viernes, julio 03, 2009

Órdenes incuestionables

Georgios Hatzianestis era un general griego que, durante la caótica guerra entre Grecia y Turquía (la cual Turquía considera una Guerra de Independencia), actuó como comandante en jefe de todas las fuerzas griegas.

Las autoridades deberían haberselo pensado mucho antes de nombrarlo. Aunque sólo ejerció entre mayo y septiembre de 1922, último año de la guerra, no es descabellado pensar que fue el comandante más extravagante de la historia.

Aparentemente, Hatzianestis sufría de alguna perturbación mental. Al igual que muchos otros militares, daba sus órdenes desde lugares muy apartados del conflicto, en este caso su yate personal. Sin embargo, esto no era nada comparado con otra de sus extravagancias. A veces creía que no podía mover las piernas, y por lo tanto, no se levantaba de la cama. No pocas veces pasaba horas sin contestar las preguntas de sus subordinados: estaba convencido de que estaba muerto. Por lo tanto, consideraba ilógico dar órdenes, porque nadie en su sano juicio seguiría las órdenes de un muerto.

Demasiado tarde, las autoridades griegas comprendieron su error y reemplazaron al esquizofrénico militar por el general Tricoupis. Lamentamente, el nombramiento tardó tanto que el reemplazo se enteró de su ascenso cuando era prisionero de los turcos.

Una cierta ironía puede detectarse en el hecho de que, finalizada la guerra, Hatzianestis se covenció finalmente de que había muerto. La derrota militar y el caos de la época propiciaron un golpe de estado, del cual emergió una junta gobernante. Esta creó una corte especial para juzgar a las cabezas del gobierno anterior: se la conoció como Juicio de los Seis. Hatzianestis era el único militar, ya que los demás eran funcionarios.

El 15 de noviembre de 1922, esta corte sentenció a los seis a morir ejecutados. Los cargos eran alta traición y el haber llevado a Grecia a una deshonrosa pérdida política y militar. Ese día, de madrugada, y antes de que la decisión de la corte fuera comunicada al país, Grecia perdió definitivamente al que sin duda fue su peor general.

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