jueves, febrero 25, 2010

Los fríos números de la Guerra de Vietnam

Un país asiático relativamente subdesarrollado con un excedente de hombres
puede soportar muchísimos bombardeos sin decir ni pío.


Paul Warnke, Subsecretario de Defensa de Estados Unidos, febrero de 1968.


Si un bando sufre un desgaste que puede soportar indefinidamente e impone al contrario un coste que éste no puede aceptar indefinidamente, no importa lo que suceda en las batallas.

Sir Robert Thompson, jefe de la misión asesora
británica en Vietnam, durante los primeros días de la guerra.


En toda guerra, los números aniquilan. Pero en el caso de Vietnam, podemos hablar de muchos tipos de números, no solamente de bajas humanas. Ciertamente, estos números erán mucho más fríos que los que involucren sangre, y siempre las estadísticas presentan las cosas de una manera engañosamente simplista. Pero también vale la pena tener en cuenta estos números para comprender la dimensión que la guerra tuvo para ambos bandos. Los desbalances harán sobresalir todavía más los contrastes, en un conflicto en el que los adversarios tenían muy poco en común.

Por un lado, tenemos el dato más macroeconómico: el costo aproximado de la guerra. En junio de 1974, el Departamento de Defensa de EEUU estimó que el coste total (quitando lo que se hubiera gastado de todas maneras, si hubiera sido un período de paz) era de 145.000 millones de dólares de 1974. A esto había que sumarle la influencia que este gasto había provocado: una inevitable inflación económica, la producción perdida, el pago continuo de los préstamos y las pensiones de los veteranos de guerra. Se ha estimado que la cifra final es casi el doble, estando cerca de los 300.000 millones de dólares (unos 1.100 dólares por cada ciudadano, sea hombre, mujer o niño).

Por otra parte, Vietnam del Norte gastó una ínfima fracción de este total. Aunque los datos de la guerra son incompletos y a veces poco confiables, se calculó en la década del 70 que, entre 1965 y 1971, Vietnam del Norte tenía un presupuesto de defensa equivalente a 3.560 millones de dólares. De hecho, sin la ayuda financiera constante de China y la URSS, esta nación asiática hubiera posiblemente sucumbido por cuestiones monetarias. Se calcula que los soviéticos contribuyeron con unos 1.660 millones de dólares durante toda la guerra, y los chinos con 670 millones (esto es, además de la suma citada previamente). Por su parte, Vietnam del Sur, ayudada por EEUU, tenía un monto de dinero hasta 17 veces superior.


El costo tecnológico y bélico
Vietnam fue un conflicto de transición, en el que se utilizaron enormes cantidades de armamento anticuado y barato, pero también escasa cantidad de armamento mucho más nuevo y caro. El despliegue de todas estas armas por parte de EEUU generó a su vez todo tipo de datos estadísticos.

Si se cuentan las bombas lanzadas sobre Vietnam del Norte, Laos y Camboya, y las misiones tácticas dentro del Vietnam del Sur, se suman unos 8 millones de bombas, es decir, cuatro veces la cantidad utilizada durante la Segunda Guerra Mundial. La gran mayoría eran bombas de hierro convencionales, de 254 kilogramos, lanzadas por bombarderos B-52. Cada vez que uno de ellos abría sus bodegas de armas, dejaba caer como 80.000 dólares en explosivos.

Simplemente teniendo en cuenta 1966, se contabilizaron 148.000 misiones de bombardeos tácticos y estratégicos sobre Vietnam del Norte (totalizando 128.000 toneladas de bombas). Esto hace un total aproximado de 1.247 millones de dólares gastados en estas misiones, sin contar claro los aparatos derribados (818), que debían reponerse.

Sin embargo, este exorbitante gasto militar no fue muy efectivo, si tenemos en cuenta los daños causados a la nación oponente. Aquí tenemos otra arista del por qué del fracaso estadounidense. Durante el mismo año de 1966, sus ataques le hicieron gastar a Vietnam del Norte apenas unos 130 millones de dólares: por cada dolar gastado en reconstruir su país, EEUU gastó 9,6. No es una relación nada favorable.

A esto hay que sumarle, como ya dijimos, la gran cantidad de aparatos derribados. EEUU perdió en la guerra 4.865 helicópteros; si promediamos un costo de 250.000 dólares de la época por cada uno, tenemos una cifra muy elevada, a la cual se le añade la de 3.720 aviones de modelos y costos muy diversos, desde aviones monomotores de observación hasta los enormes bombarderos B-52.


Si la guerra aérea fue la parte más costosa e ineficiente del conflicto, la que se desarrolló en tierra tampoco fue barata. De la misma manera, la combinación de enormes cantidad de municiones baratas y el ensayo con nuevas tecnologías creó muchos gastos. Durante los años más activos de la guerra, la artillería estadounidense disparaba 10.000 proyectiles por día: cada uno de ellos costaba unos 100 dólares, elevando el costo a total a 1 millón de dólares diarios.

Por otra parte, los costos lógisticos eran exageramente altos debido a una enorme burocracia. Apenas un 10% de los hombres estadounidenses en edad militar sirvieron en la guerra. Pero su reclutamiento necesitaba de grandes cantidades de papeleo y trámites. Además, el sistema de reclutamiento por un año hacía que hubiera constantemente jóvenes novatos que debían ser entrenados y equipados desde cero, gastándose muchos recursos en este aspecto. Mantener en funcionamiento una división estadounidense costaba 20 veces más que mantener una división sudvietnamita equivalente.


El coste en vidas
Muchas veces se dice que una de las principales razones de la derrota es que simplemente la sociedad norvietnamita tenía más voluntad para sobrevivir, incluso a costa de enormes sacrificios personales y bajas. Numerosos dirigentes de la época han admitido que hubieran perdido todavía más hombres en alcanzar sus objetivos. Por otra parte, en EEUU la guerra se veía como inútil, y las bajas eran por lo tanto doblemente lamentables.

Y es que, en bajas mortales, el país norteamericano no salió mal parado. En un conflicto que, con diversa intensidad, duró casi 15 años, murieron 46.370 soldados en combate, más 10.000 por causas ajenas al combate; unos 300.000 fueron heridos de diversa consideración. Ciertamente que cada muerte es lamentable, y nuevamente nos encontramos frente a números muy fríos. Pero, en comparación, podemos tener en cuenta que, a comienzo del mismo siglo, Inglaterra perdió 20.000 soldados en el primer día de la batalla del Somme, totalizando 57.470 bajas al sumar los heridos. En realidad, si la relación entre dinero gastado y dinero invertido por el enemigo en reconstrucción era muy mala, la relación entre bajas soportadas y causadas es mucho mejor para los estadounidenses. Se calculó que la proporción de bajas era de 1,8% anual: es decir, que un soldado de infantería tenía, por año, algo así como 1 posibilidad en 55 de morir. Lo cual tampoco era muy agradable para los grunts, hay que decirlo.

En comparación, el ARVN perdía 2,5% de sus hombres cada año, totalizando unos 184.000 soldados muertos entre 1961 y el alto al fuego de enero de 1973.

Como decíamos, la relación entre muertes soportadas y causadas resultó ser más favorable para EEUU y sus aliados. Si bien no hay estadísticas precisas, porque era extremadamente difícil diferenciar entre guerrilleros, soldados y personal civil de apoyo, además de civiles inocentes, se calcula que murieron unas 900.000 tropas comunistas entre 1961 y 1974. Esto es, casi cuatro veces más que las pérdidas estadounidenses y survietnamitas.


El costo ambiental
Un apartado poco conocido de la guerra es el enorme costo ambiental que trajo y que continúa trayendo a este país. No todas las bombas estallan al llegar a su objetivo; teniendo en cuenta la enorme cantidad utilizada, incluso calculando un porcentaje de falla ínfimo, es evidente que muchas han quedado enterradas, esperando a detonar en cualquier momento. Se calcula que para la década de 1980 había todavía unas 27 toneladas de explosivos sin explotar. Estas bombas continúan siendo un gran peligro para granjeros y cualquier otro que deba cavar.

Los proyectiles que sí estallaron también detonaron otro problema: el de las enfermedades transmitidas por mosquitos. Aunque Vietnam es un país tropical, la situación se hizo peor en cierta época. Los cráteres causados por las bombas se convertían en pequeños lagos y espejos de agua en los que proliferaban todo tipo de insectos peligrosos.

Sin embargo, tal vez el peor legado es el de los agentes defoliantes. Si se tiene en cuenta que el país soportó la caída de 10 millones de bombas (contando las aéreas y las de artillería) y de 55.000 toneladas de agentes defoliantes (tanto napalm como Agente Naranja), podemos comprender la dimensión de lo que se ha denominado un "ecocidio". Una quinta parte de las regiones selváticas fueron arrasadas; muchas zonas de cultivo quedaron contaminadas o llenas de cráteres y bombas sin estallar, y el agua se llenó de restos químicos de todo tipo. Esto hizo que nacieran una gran cantidad de niños y niñas con deformaciones, e incluso hoy los vietnamitas afirman que los hijos de estas personas arrastran secuelas genéticas o químicas de algún tipo.

sábado, febrero 20, 2010

Invenciones menospreciadas (I)

El aeroplano es la invención del demonio y nunca jugará ningún rol importante en un asunto tan serio como la defensa de una nación.
Sir San Hughes, Ministro de Defensa Canadiense, 1914


La radio no tiene futuro, los rayos X resultarán una farsa y las máquinas más pesadas que el aire no pueden volar de ningún modo.
Lord Kelvin, inventor del sistema de medidas de temperatura que lleva su nombre, 1895


Una fantasía popular es el suponer que máquinas voladoras puedan ser usadas para arrojar dinamita sobre el enemigo en tiempos de guerra.
William Henry Pickering, astrónomo estadounidense descubridor de la 9º luna de Saturno, 1908

La resistencia del aire aumenta en proporción al cuadrado de la velocidad y produce arrastre en proporción al cubo [de la velocidad]... Es claro que con nuestros actuales dispositivos no hay ninguna esperanza de que el avión compita en carreras de velocidad con nuestras locomotoras o automóviles.
William Henry Pickering, 1910

lunes, febrero 15, 2010

Mentiras que matan

Los americanos son buenos construyendo lindos autos y heladeras, pero eso no significa que sean buenos haciendo aviones. Están exagerando. Son excelentes exagerando.

Hermann Goering, 1942

miércoles, febrero 10, 2010

Super paracaidistas

La esperada invasión alemana de Gran Bretaña dio lugar a todo tipo de especulaciones. Los preparativos exigidas por las autoridades a la población o a los organismos de defensa no dejaban nada al azar, explorándose muchas veces medidas extremas e imprácticas y dándose recomendaciones absurdas.

Por ejemplo, a lo largo de la costa sur se instalaron tuberías que debían verter petróleo en el caso de una invasión, encendiéndose el líquido a la visa de barcos enemigos. El método se abandonó porque las autoridades se dieron cuenta de que era un desperdicio de combustible, y de que si había mar gruesa, el petróleo se licuaba con el agua y no encendía.

En espera de aterrizajes de aviones enemigos, se puso énfasis en no dejar claros: todos los campos fueron sembrados de obstáculos, desde coches abandonados hasta pilas de escombros, troncos, barriles o postes. Autoridades de la Luftwaffe tomaron nota de esto, y de hecho informaron a sus superiores de los problemas que traían estas medidas.


Una de las medidas más importantes del gobierno británico fue el fortalecimiento de la Home Guard, una milicia nacional de dudosa efectividad. Con un millón de hombres, casi todos sin uniforme ni armas, esta organización ayudaba en otro tipo de tareas y calmaba los ánimos de muchos que no sabían cómo canalizar su paranoia o su ansiedad ante la guerra. Durante los primeros meses, sus armas eran más bien primitivas: hachas, sables antiguos, e incluso palos de golf; sólo unos pocos tenían escopetas de caza. En el entrenamiento, se les recomendaba que llevaran paquetes de pimienta para arrojarla a los ojos del enemigo y así tener una ventaja sorpresiva.



El principal enemigo de estas unidades, al menos según la creencia de la época, eran los paracaidistas. Un nuevo tipo de tropas con nuevas armas y tácticas, de ellos se decían cosas absurdas. Incluso las hojas dominicales de las iglesias hablaban del peligro que encarnaban, porque ellos podían ser espías, agentes infiltrados o tropas disfrazadas. La paranoia era tan grande que el gobierno tuvo que ordenar que no se dispara contra grupos de paracaidístas menores de 6 hombres. Esto era para que los ansiosos milicianos no mataran a tropas amigas: los aviones británicos más grandes tenían una tripulación de 5 personas, y en caso de un accidente o derribo, era importante que nadie los matara en el aire.

Se rumoreaba que, durante la invasión a los Países Bajos, ciertos paracaidístas habían bajado sin uniforme, vestidos con ropas de religiosos. Aunque esto no estaba confirmado por nadie, en la radio las autoridades gubernamentales insistían en que "los paracaidístas alemanes capturados en suelo británico que no vistan el uniforme reglamentario serán ejecutados en el acto".

Los alemanes respondían con una curiosa forma de propaganda, viendo que la histeria iba en aumento. El 13 de agosto de 1940, aviones germanos lanzaron botes neumáticos, radios portátiles, explosivos e instrucciones de combate sobre Escocia y parte de Inglaterra, para dar la sensación de que la zona estaba llena de agentes infiltrados esperando estos pertrechos.

Por si fuera poco, las emisoras alemanas que transmitían en inglés daban consejos muy extraños a los civiles de la costa británica. Les decían que debían procurarse chalecos de fuerza, porque en los bombardeos aéreos muchos se volvían locos y debían ser inmovilizados.

Pero de nuevo, los paracaidístas eran el arma más usada. Los germanos proclamaban que sus hombres tenían aparatos generadores de niebla, que les permitían camuflarse en el cielo, haciéndose pasar por una nube. También disponían de paracaídas orientables, que les permitían planear por muchas horas, quedando a la espera de un buen lugar de descenso, escondidos en nubes bajas.

Finalmente, sabiendo que nadie sabía exactamente cómo habían tomado el fuerte belga de Eben-Emael, decían que sus paracaidístas tenían rayos electromagnéticos que podían destruir fortificaciones fácilmente. En realidad, habían utilizado planeadores y explosivos especiales. Todas estas maniobras no hicieron más que elevar el nerviosismo y la paranoia británica.

viernes, febrero 05, 2010

Rommel en el aire

Cuando Edwin Rommel, célebre comandante del Afrikakorps, fue asignado a dicho teatro de operaciones, comprendió rápidamente la necesidad de contar con un rápido y certero sistema de vigilancia aérea, que le permitiera saber dónde estaba el enemigo, y hacia donde se movía. En el desierto norteafricano había pocas maneras de camuflarse, y el que supiera de antemano qué planeaba el enemigo, tendría una doble ventaja.

Fue así que Rommel se hizo la costumbre de viajar en persona en estos vuelos de reconocimiento, e incluso se sabe que a veces tomaba el control de la aeronave por algún tiempo. Esto le permitía evaluar rápidamente la situación y tomar decisiones instantáneas, apenas veía algo que le resultaba importante, tanto en sus tropas como en las del enemigo.

Este tipo de situaciones no estuvieron exentas de peligros y anécdotas. Una, célebre, cuenta que Rommel y su piloto estuvieron a punto de aterrizar cerca de un grupo de soldados británicos, creyendo que eran alemanes. Sin embargo, el general germano pudo distinguir a tiempo la silueta característica de los cascos ingleses, cuando estaban cerca del suelo, y ordenó a su piloto que se alejara rápidamente.

En otra ocasión la observación fue más acertada. Rommel divisó desde su avión a una unidad motorizada alemana que estaba detenida en medio del desierto, sin motivo aparente, y posiblemente desobedeciendo órdenes. Sin ganas de perder tiempo en aterrizajes, Rommel les lanzó una lata con un mensaje que decía: "Como no se pongan en marcha de inmediato, bajaré. Rommel."

Ni decir que la unidad comenzó a moverse a los pocos minutos.